Las personas acaban viviendo con un
alto nivel de estrés acumulado que
parece normal. Pero obviamente, no debe ser así. Un cuerpo estresado produce
cortisol de manera alarmante. Y es que éste no es ningún colega o aliado, por
lo que no interesa para nada que esta hormona se motive para almacenar curiosas
cantidades de grasa y sobre todo, deteriorando la masa muscular. Cierto, el
cortisol no es una gran compañía, pero… ¿por qué pasa todo esto? Digamos que
cuando una persona se estresa entra en un modo de alerta, en el que se van a
enviar señales al cerebro. Estas señales van con cargas de glucosa retiradas de
sus tejidos musculares. Al final, la única mejora es en relación a la capacidad
de atención y concentración para tomar decisiones, pero se tiende a ganar porcentaje
graso por los desajustes metabólicos ejercidos y la destrucción de la
musculatura. Añadiendo que tras la retirada de glucosa se tiende a comer más
hidratos de carbono y los picos de insulina aumentarán el posible sobrepeso, se
pensaría en que: “si, el estrés es una mala influencia”. Pero todo tiene
solución.
Como ya hemos hablado anteriormente,
hay que vivir de manera tranquila y apacible, haciendo lo que la sabia naturaleza impulsa a descubrir. Una
vida en la que conseguir alimento y refugio era su base. En esta época, en la que
todo el mundo debe aspirar a más, en la que cada miembro de la familia debe
poseer un coche y tres móviles aun teniendo 10 años… ¿A qué clase de ciclo
temporal hemos llegado? Dedicarse a ganar dinero no es que esté mal, pero hay
aspectos más importantes en la vida que pasan desapercibidos ante los ojos
mundanos. Pensar que sobre este tema existe
poca aceptación e influencia, es mejor recurrir a una pequeña historia para
suplir el raciocinio por la emoción:
Un padre
económicamente acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que es ser pobre, lo
llevó para que pasara un par de días en el monte con una familia campesina.
Pasaron tres días y dos noches en su vivienda del campo. En el automóvil,
retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo.
- ¿Qué te pareció la experiencia?
- Buena - contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.
- Y… ¿qué aprendiste? - insistió el padre.
El hijo contestó:
- Pues… Que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos
una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín… y ellos tienen
un río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos. Que nosotros
importamos linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín…mientras que
ellos se alumbran con las estrellas, la luna y velas sobre la mesa. Nuestro
patio llega hasta la cerca, y el de ellos llega al horizonte. Que nosotros
compramos nuestra comida… ellos siembran y cosechan la suya propia. Nosotros
oímos música en aparatos electrónicos… Ellos escuchan una perpetua sinfonía de
golondrinas, pericos, ranas, sapos, chicharras y otros animalitos…. todo esto,
a veces, dominado por el sonoro canto de un vecino que trabaja su monte. Nosotros
cocinamos en estufa eléctrica… Ellos, todo lo que comen tiene ese sabor del
fogón de leña. Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con
alarmas…. Ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de
sus vecinos. Nosotros vivimos conectados al teléfono móvil, al ordenador, al
televisor… Ellos, en cambio, están “conectados” a la vida, al cielo, al sol, al
agua, al verde del monte, a los animales, a sus siembras, a su familia.
El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo…y entonces el hijo
terminó:
- Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos.
La historia refleja paradójicamente el
espíritu avaricioso por poseer y tener, mientras que lo natural queda alejado
cada vez más. Tampoco hay necesidad por ser extremistas. Ganarse la vida es
también algo natural, pero la manera más suave y liviana puede ser relevante en
esta época actual. El trabajo puede conllevar a olvidarse del cuerpo, perder su
verdadero control. El estado emocional muchas veces hace caer en lesiones que
jamás podrían haberse relacionado con el estado mental, por lo que se debe
tener en cuenta. Obviando el trabajo, otro tipo de estrés suele venir acarreado
por ciertas preocupaciones de diversa índole. A sabiendas de que la pequeña
historia anterior tiene repercusión en el receptor, existe una frase muy
interesante con la que se puede afanar el terreno: “Si el problema tiene
solución, ¿por qué te preocupas?, y si no la tiene ¿por qué te sigues
preocupando?”. Encontrar un equilibrio mental que haga vivir el presente, sin
pensar en preocupaciones ni
malestares, es una de las metas a conseguir.
Obviamente, la actividad física ayuda en este sentido. Para cuerpos muy estresados
se comenzaría con ejercicios relajantes que evadan la mente como estiramientos,
la meditación o el control respiratorio. Tras la mejora, ir ayudándose de
ejercicios más complejos y extenuantes también contribuirá a una mente
equilibrada y baja de tensión. Conforme se vaya notando el bienestar de un
cuerpo sin cargas mentales y estresantes, se estará más enlazado a la
naturaleza y dará comienzo a un disfrute más cercano a las emociones, y en
general, a percibir un estado optimo de felicidad.