El
último aspecto de los fundamentos básicos que queda por hablar sería sobre la focalización hacia el ejercicio o
actividad. Constantemente, cada individuo de esta ajetreada sociedad tiene en
mente sus labores, tareas o quehaceres. Si esto ocurre durante el ejercicio, prácticamente
no se está consiguiendo una mejora que realmente sea significativa.
Una gran cantidad de veces se realizan
los ejercicios pensando en qué cocinar para la cena, qué vestimentas llevar
para la fiesta del viernes o qué teoría científica es válida para el aumento de
los telómeros. El resultado es igual sea cual sea el pensamiento: No estar
centrado en la tarea que se está realizando, o lo que es lo mismo, falta de concentración. La concentración es la
capacidad de controlar la atención en el punto o estimulo decidido. Por lo
tanto, se está concentrado cuando se hace foco en el estimulo principal,
olvidando los secundarios. Es una capacidad bastante útil que permite trabajar,
estudiar o entrenar con mayor eficiencia, puesto que mientras la atención esté
bien conducida, el nivel de actuación se realizará de la mejor manera dentro de
los límites y posibilidades del sujeto. Pero como todo en la vida, hay maneras
para lograr mantener una alta concentración durante un buen periodo de tiempo. Dentro
de las tareas pasivas que requieren concentración como estudiar o trabajar
frente a ordenadores, se recomienda que a cada media hora se realicen unos
estiramientos, dar un par de saltos o un movimiento completo. Esa activación sanguínea
y muscular permitirá afrontar con energías renovadas el cometido propuesto.
Bueno, y... ¿de verdad tiene relación todo esto con la actividad física?
Un ejemplo actual podría ser una
persona va al gimnasio a sentarse en la bicicleta estática mandando mensajes
por el móvil, o alguien que sale a correr escuchando monólogos en sus cascos.
Ninguno de ellos será capaz de ejercitarse a una intensidad considerable puesto
que su atención estará en otro estimulo. Entonces, el ejercicio realizado es
prácticamente una “pérdida de tiempo”. También aumenta las posibilidades de
lesión. El chiste de Rovira puede despistar más de la cuenta al corredor y
pisar erróneamente. ¡Menuda gracia tiene el monologo ahora con un esguince! Olvidarse
de los pasatiempos, entrenando pensando en lo que se está haciendo, pendiente
de cada pisada, de la técnica del movimiento o de la intensidad ejercida. Si en
algún momento del ejercicio puede mediarse palabra alguna, tiene como
significado que el trabajo no tiene un valor muy alto en cuanto a intensidad. Respirar
profundamente, mantener el silencio y actuar, completando el ejercicio y
descansando finalmente. Todo a su debido
turno.
Y es que con el tiempo, se puede llegar
a experimentar sensaciones de inmersión total en la actividad, conocidas como
el estado de flow. Este hace
permanecer absortos en el disfrute de la tarea y mantiene a la persona en un
grado de concentración absoluto en el que no tienen cabida circunstancias
adversas o sucesos problemáticos. Además, mientras se produce este estado todo
deja de requerir esfuerzo percibido por parte del sujeto, puesto que siente que
realiza lo que de verdad quiere hacer. Todo esto proporciona un plus de
satisfacción y placer que otorga en numerosas ocasiones un sentido a la vida. ¿Cómo
llegar a experimentar tal plenitud? No es fácil, se necesita una serie de
ingredientes con los que seguir al pie de la letra la receta. De inicio, unos
condimentos básicos como las habilidades o las competencias del sujeto, puesto
que sin ellas no se puede manejar las situaciones que se puedan presentar en la
actividad de manera adecuada, con la consecuente interrupción del proceso de
flow. De nuevo involucrado en la cocina, el ingrediente secreto es la armonía.
Ésta va referida al equilibrio entre la complejidad de la tarea y las emociones
segregadas por la labor desempeñada. Un largo listado de actividades y
ocupaciones se podrían barajar, desde pintar un cuadro al óleo hasta hacer
ganchillo con palillos del arroz oriental. Lo principal es que transmita
significado y sensaciones. Conocer la actividad que despierta la pasión de un
individuo es indispensable para que se pueda cocinar todo y tener el plato
listo para servir. Una vez que ya se conoce la receta, ahora solo queda ponerse
manos a la obra. Toda la suerte del mundo y... ¡Que aproveche!